Marisol será una de nuestras gorditas inolvidables… ¿duele el parto? Duele pues, la analgesia de parto, la famosa epidural es una herramienta muy buena, desde su aparición por allá por 1921 gracias al olvidado inventor de la analgesia epidural torácica y lumbar, Fidel Pagés Miravé, ha ayudado a muchísimas personas, ya en nuestro campo el uso de la analgesia de parto, más comúnmente llamada ‘epidural’ a secas, ha mejorado considerablemente la experiencia del parto en la gran mayoría de mujeres que han tenido la suerte de tenerla. No te pienso hablar de la parte académica aquí, sin dudas es algo que tengo la obligación de manejar al revés y al derecho, sabiendo que_ echando cuentas_ debo tener más de 5000 partos en mi haber en todo este tiempo de carrera, quiero hablar de las sensaciones, las emociones, los gritos, las lágrimas, la angustia y desesperación, entre otras cosas, que surgen en esas horas más parecidas al viacrucis que el mismo viacrucis.
¿Quién dijo ‘el momento más bello del mundo’? Claro, claro, pueden desvivirse en decirme o escribir en los comentarios que es lo más bello que les ha pasado, yo les daría la contra diciendo que mayor dolor nunca antes han sentido, no discuto el momento en el que conoces a tu bebé y le miras los ojos directamente… debe ser lo más maravilloso del mundo, nunca me ha pasado, no estoy interesada en que me pase y nunca me pasará, dicho esto, no quiero que confundan ese momento inexplicable, pues con ello no me voy a meter, me refiero al camino para llegar a ese fin, no es bonito, no es placentero, para nada agradable, si yo estuve en su parto, probablemente muchas me han odiado, no es fácil… ¡cuánto admiro a las mujeres! Cada parto vaginal me ha hecho enamorarme más de ellas ¡son las reales valientes! ¡heroínas! ¡madres!
Marisol no me pidió cesárea, estoy segura de que lo pensaba, quizá lo dijo, pero ya las obstetras y el equipo que trabaja conmigo sabe y les dicen: ¿cesárea? A ver dile a la Dra. Híjar (¿no Stefany?), pensarán que soy mala, nada más lejos de la realidad, yo les digo siempre que las cesáreas se crearon para salvar vidas, pero jamás para hacerlas sin criterio médico, las cesáreas son procedimientos quirúrgicos mayores que deber ser indicadas de forma correcta para evitar riesgos innecesarios, como fuere, esta gordita llegó hasta las 39 semanas, ella y Alejandro siempre vinieron juntitos a las consultas, cumplieron todo a cabalidad, aunque me hicieron renegar alguna vez_ tarea fácil, lo sé_ lo hicieron bastante bien, no preeclampsia, no diabetes, pero el día real llegaba y con dolor, las gorditas son poseídas por una fuerza que les hace aflorar la personalidad verdadera, ya me digo yo… ¡qué sorpresa me traerán el día del parto!, pero lo más impactante para mí, es ver ese proceso de transformación, en el buen sentido de la palabra, muchas pacientes bastante delicadas, temerosas, desconfiadas que en el camino se van haciendo empoderadas, fuertes invencibles (¿no Celeste?) ¡Wow!…
Marisol tenía miedo ¡quién no!, Alejandro también, habrá creído que no me daba cuenta, su silencio hablaba mucho, Marisol no tenía ni que hablar, bastaba mirarle a los ojos, sus ojos que pedían ayuda, sus ojos que no querían cejar, su fuerza que le salía del pecho, del vientre mismo… me apena ver a mis gorditas así, ya tenía sus dosis de analgesia de parto, no una, ni dos, dejémoslo allí, y es que cada paciente tiene un umbral de dolor diferente y nunca podemos esperar que todas respondan de la misma manera, a algunas ni siquiera les hace efecto las dosis de analgesia (¿no Yadira?), algunas no quierer recibir ninguna dosis de analgesia y aún así lo hacen espectacular (¿no Edith?), cada paciente es un mundo, no sé la historia de vida que trae cada una, pero sé que esa historia me trae a la paciente que tengo frente a mí en ese momento y como médica no me queda más que acompañarla en ese momento crucial de vida, esa experiencia inolvidable que hace que ellas mismas sepan que tenían muchísimo más que dar… y ni ellas se lo creían.
Alejandro le sostenía la cabeza y por fin le oí hablar, le decía: ¡vamos, tú puedes!, la obstetra Ena le decía: ¡vamos Marisol, ya falta poco, vamos!, yo estaba en medio de sus piernas, vestida de pies a cabeza, con guantes, lista para recibir a esta belleza, el equipo de neonatología ya se había hecho presente, iba calentando sus campos para recibir a su bebe… ‘¡no puedo!’ decía Marisol con lágrimas en los ojos, ¡sí puedes! _ le decía yo_ tu bebé ya está aquí ¡vamos!
Escuchamos el único llanto que nos hace felices, Alejandra había llegado, el rostro lleno de angustia, de sudor de Marisol se transformó en uno de esperanza, una sonrisa dibujaba su rostro, estiraba sus manos y veía por primera vez a la niña de sus ojos… ¡Alejandra!
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